Uno de los factores etiológicos que se barajan actualmente como causantes de muchas enfermedades es el genético. Este tiene dos vertientes:
· La variante hereditaria: Cuando la causa de la enfermedad se aloja en un gen alterado que se transmite de generación en generación a través de la herencia que los padres traspasan a sus hijos con su ADN.
· La variante congénita: Cuando la alteración de ese gen causante de la enfermedad procede de una metamorfosis de ADN ocurrida durante la concepción o el embarazo, de modo que a partir de una célula embrionaria que ha mutado se crea un individuo que arrastra dicha alteración.
Ignoro a qué predisposición genética se refiere la afirmación de que es posible haber nacido con ella; pero de cualquier modo, si ese fuera el origen, implicaría que el desarrollo de la enfermedad estaría relacionado más con factores externos a nuestra voluntad que a nuestra “negligencia”; ya que entonces, nuestros comportamientos, conductas, estilos de vida, educación, etc., poco habrían tenido que ver con el hecho de que se hubiese desencadenado la enfermedad.
Ahora bien, también es cierto, que las últimas corrientes científicas no exoneran de culpa a los comportamientos humanos como detonantes del desarrollo de enfermedades genéticas que con un modo de vida sano no se manifestarían, aun cuando se lleven implícitas en los genes. Pero incluso en este caso, tampoco seríamos responsables, ya que nadie sabe si su cuerpo incluye una carga biológica semejante, y además, cuando nos han inculcado malos hábitos respecto a la comida durante la infancia, o no nos han sabido armar bien emocionalmente a la hora de enfrentarnos a las dificultades, de manera que las solventamos con adicciones, (lo que constituiría la predisposición emocional), tampoco somos responsables. Sí lo seremos a partir del momento en el que seamos conscientes del impacto negativo de esas conductas, pero una vez instaurada la adicción, el tratamiento no es tan sencillo como decirnos: a partir de ahora, come sano y enfréntate a los conflictos con armas emocionales, no exteriores. ¿Qué bulímico es capaz de razonar eso desde su enfermedad?. Podremos tenerlo en cuenta en los momentos de lucidez, aun cuando no es tan fácil; pero en ningún caso, el solo hecho de saberlo, frenará los ataques.
En consecuencia, tanto si es una enfermedad genética como si no lo es, lo cierto es que estamos afectos por un padecimiento ajeno a nuestra voluntad y del que no somos responsables.
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