Mis dificultades con el nivel espiritual

Me sentía, y me siento, atascada en la mención del nivel espiritual. No sé exactamente a qué se refiere cuando afirman que el comer compulsivamente es una enfermedad que opera, además de en los planos físico y emocional, en el espiritual. A priori, el hecho de que yo tenga semejante trastorno, ¿qué tiene que ver con mi “vida espiritual”? Y si es así, ¿qué es exactamente esa “vida espiritual”?, ¿en qué consiste?, ¿en mis creencias sobre Dios?, ¿mis valores éticos?, ¿mis principios?, ¿o tal vez es otra cosa que no imagino?, ¿tal vez eso, la imaginación misma?,…
Las dudas son innumerables. Además, si das una respuesta transitoria en una (como dar un valor a la x en una ecuación de segundo grado, a ver qué resultado tengo para la y), automáticamente, en lugar de arrojar respuestas en las demás preguntas, éstas se complican y aparecen más y más.
¿Es que me voy a quedar aquí atascada en el programa, dándole vueltas a algo que no entiendo y probablemente jamás entenderé?
He iniciado la lectura de un folleto de la Comunidad sobre la espiritualidad, a ver si me ayuda a despejar alguna de mis incógnitas. Y precisamente aún cuando sólo llevo leída la primera narración, me ha resuelto dos cuestiones fundamentales:
1ª) La primera experiencia cuenta cómo su autor resolvió una duda relacionada con el poder superior. No se trataba de mi duda (aún no he llegado tan lejos como él lo estaba), pero la forma en cómo se la solucionaron me abrió un nuevo camino: a saber, el padrino del autor, sencillamente le recomendó lo más simple del mundo: seguir leyendo. ¡Seguir leyendo!. ¡Tan obvio como es y no haber podido llegar a esa conclusión yo sola!. Me sentí el ser más indefenso del mundo, como un cachorrito que no sabe ni beber su platito de leche. Y sin embargo la respuesta estaba allí mismo: seguir leyendo, no atascarse en el primer escollo, continuar, y dejar mis dudas para más adelante. Así que eso hice, y continué leyendo y estudiando el primer paso.
2ª) La segunda luz que se me encendió en la cabeza fue relacionada con la respuesta concreta que encontró ese hombre cuando “siguió leyendo”: «De repente nos daremos cuenta de que Dios está haciendo por nosotros lo que nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos».
Esta frase hizo que me percatara de una de las mayores dificultades que tengo con ese “poder superior”. Creo en Dios, no tal vez como las instancias religiosas oficiales quieren imponer, pero sí creo en Algo o Alguien; no obstante, me siento ante Él tan lejana como si fuera agnóstica o atea, por eso estudiaba los párrafos del Libro Azul dedicados a estos colectivos para resolver mis dudas, las definiciones del diccionario de la RAE, la enciclopedia de casa, las principales páginas web que hablan del tema en Internet,… Pero no lograba, a pesar de ellos, despejarlas, ya que ni siquiera comprendía el significado de lo que estaba leyendo en la mayoría de dichos lugares.
Pero de pronto, con aquella frase sobre el cuidado que pone en nosotros el poder superior aunque no se lo hayamos pedido, me di cuenta de que estaba buscando en el lado equivocado. No soy agnóstica o atea, no. Yo creo en Algo, pero simplemente no alcanzo a entender cómo ese Algo tan importante va a querer ocuparse de algo tan insignificante como yo. Tan baja es y siempre ha sido mi autoestima, que pocas veces he consentido en orar para pedir a Dios alguna cosa para mí. Rezo por la paz, por el cese de la violencia en el mundo, para la solución del hambre, por los damnificados de las catástrofes,… Otras veces, incluso, he osado rezar por mis hijos, por mi familia, por mis amigos y conocidos, por mis familiares fallecidos, etc. Pero en muy pocos momentos me he parado a pedir a Dios algo para mí. Y no porque no lo necesitara, sino porque me sentía inmerecedera de su atención: yo, nacida en una sociedad privilegiada, en una buena familia, con trabajo, medios económicos suficientes, bastante salud, y toda clase de dones, no tenía ningún derecho a pedirle a Dios que me arregle mis pequeñas dificultades.
Bien, mi autoestima no ha crecido con esta luz. La duda no se ha resuelto. Pero al menos, el sólo hecho de formularla y concretarla ya es una solución para mí. Y aplicando la primera respuesta, ¡a seguir leyendo!