sábado, 29 de octubre de 2011

Ni llegando a adelgazar, en las pocas épocas en las que era capaz

Llegué a adelgazar muchas veces. Incluso hubo ocasiones en las cuales los kilos bajaron espectacularmente, cuando era capaz de seguir el régimen durante algún tiempo. A veces bajo supervisión profesional, otras veces (muchas más) bajo mi propio criterio. Pensaba: ¡Lo conseguí!
Pero ni siquiera entonces, cuando llegaba a librarme de toda esa carga física y psicológica que supone llevar un cuerpo maldecido socialmente, adoptando una imagen más pertinente a la apreciación cultural actual, era capaz de sentirme plena y satisfecha emocionalmente. Siempre había trabas que aparecían en mi mente que me impedían disfrutar del momento. Por ejemplo, aun cuando podía ir a la tienda (¡de tallas normales!) a comprar ropa (¡de mi nueva talla!), y me compraba nuevas prendas a la moda, tampoco era capaz de disfrutar del todo de esa experiencia: ¡Esta falda no la puedo llevar con esta tripa floja que me ha quedado! ¡Esos pantalones tan cortos no me tapan las flaccideces que se me han quedado en los muslos!...
Y del mismo modo, en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, no me aceptaban mejor los amigos porque hubiese bajado de peso; me complacían sus halagos, pero una vez expresados, todo volvía a la habitualidad, seguía sintiéndome un cero a la izquierda en una reunión, debía utilizar los mismos trucos de siempre para llamar la atención y poder llegar a sentirme reconocida.
De modo, que si ni siquiera lucir un cuerpo en su peso ideal podía llegar a satisfacerme y a hacerme feliz, ¿qué sucedía? ¿porqué quitando el mayor trastorno de mi vida, ésta no me llenaba?