viernes, 29 de abril de 2011

¿A quién le echamos la culpa?

Otra consecuencia de la consideración de la bulimia como enfermedad es que no hay culpables ni inocentes. Nadie tiene la culpa de que padezcamos semejante mal. No es producto de una actitud indolente ante la comida, que nos haría susceptibles de arrastrarla como consecuencia de un abandono, sino que es provocada por una situación disfuncional a nivel intrapsíquico, del que no somos responsables. Ni la hemos contraído por nuestra voluntad ni la hemos buscado con negligencia, sino que nos ha venido porque el destino así lo ha determinado. No es culpa nuestra. No es culpa mía.
Pero atención, que esto va más allá. Del mismo modo que no es culpa mía, tampoco lo es de los demás. Nadie me la ha provocado, nadie me ha impuesto este mal, nadie lo ha construido en mi psique para que me torture. No tiene la culpa mi madre, ni mi padre, ni mi marido, ni mis hijos, ni mis amigas, ni mi jefe, ni mis compañeros de trabajo, ni mi vecina, ni el político de turno, ni el funcionario, ni mi médico,…
No hay culpables. No podemos echarle la culpa a nadie, no podemos acusar a ninguna persona de convertirnos en lo que somos, de colgarnos lo que tenemos y padecemos. No podemos acallar nuestras conciencias responsabilizando a otras personas, vivas o muertas, de haber sido autores de los padecimientos que soportamos.
No hay culpa. No hay reo. No hay juez.

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