miércoles, 20 de abril de 2011

La búsqueda

 Otra vez de vuelta al fondo. Acabada la tregua, regresa la angustia de sentirse otra vez prisionera de las pulsiones, impotente de nuevo ante las embestidas del monstruo que se agita en mi cabeza y no me deja tomar un rumbo distinto, que me dirige una y otra vez a la ingestión desbordante de comestibles, sin pausa, hasta que los músculos abdominales se distienden de tal forma que podrían abrirse en canal, y aún así, todavía sigue.
¡Socorro!
¡Necesito algo que me saque de aquí!
¡Suplico en el silencio de mi interior una solución!
Pero ¿cuál?
Barajo opciones:
·         Terapeutas privados: Cada visita de una hora se me lleva 100 euros, y no tengo ese dinero ahora. Además, conservo poca fe en sus métodos. Todas mis experiencias anteriores con psicólogos y psiquiatras están plagadas de frustraciones.
·         Terapeutas públicos: Son gratis, pero las consultas se conceden con tal demora que para cuando pudiera acceder habría engordado 20 kilos (si no son más). A ello se añade mi ínfima confianza en sus métodos “pastilleros”.
·         Familia: ¿Qué pueden hacer? Ellos saben cómo salir de esto igual que yo: nada. Por tanto, lo único que hacen es culpabilizarme, acusarme de no tener fuerza de voluntad. En su impotencia ante la ayuda que desean prestar, pero que no saben, se convierten en una nueva fuente de estrés, fiscalizando, convirtiendo sus consejos en órdenes, la mayoría de las ocasiones dictadas de forma imperativa y poco amable, haciendo que me sienta más y más gusana, por tener esos impulsos malsanos.
·         Yo sola: ¡Pero si lo he intentado todo!. ¿Qué puedo hacer ahora? Yo sola no puedo, necesito ayuda.
La desesperación, la incertidumbre, la congoja, la asfixia moral y física (los atracones me ahogan), me llevan por un camino conocido pero de poca esperanza: Internet.
Google: bulimia – Enter
¿Ahora qué?
Voy navegando página tras página. Me sorprende comprobar que hay tantas. La mayoría son opiniones. Demandas desesperadas de ayuda. Descripción de síntomas y comportamientos.
¡No soy yo sola quien padece estos deseos frenéticos de engullir por encima de todo! Hay más gente con el mismo problema ¡No soy un bicho raro!
Ese fue mi primer descubrimiento. Y tuvo un efecto muy beneficioso en mi consciencia. No sentirse único en el mundo en un problema tan grave es, en cierto modo, reconfortante.
Lo siguiente es inferir que: si hay tantas personas en mi misma situación ¿no se le habrá ocurrido a alguna una posible salida? ¿Hay quien haya podido superarlo?
A buscar: Esa certeza de no sentirse sola me concede energías renovadas.
Google: Superar la bulimia – Enter
También esta vez el buscador arroja múltiples resultados. La mayoría súplicas de ayuda. Algunas opiniones afirmando haberlo superado. Las examino detenidamente,… agua, en su mayoría no sirven. Algunas páginas con pretensión de profesionales dan consejos para conseguirlo; pero la mayor parte remiten a la búsqueda de ayuda exterior. Pero ¿cuál?
De pronto, uno de los comentarios llama mi atención. Remite a una asociación que no conocía, pero que afirma que tiene una solución plausible. Una asociación que para preservar su anonimato, no nombraré, y a partir de ahora denominaré como la Comunidad. Visito su página, vivamente interesada en sus métodos. Sin embargo, me decepciono pronto: Parece una secta religiosa, con alusiones a una fuerza más alta que el poder humano como único recurso para salir del agobio en el que estoy metida. ¡Qué decepción!
Sin embargo, mi pura desesperación me impulsa para seguir buscando en esa misma dirección web; profundizando en sus manifestaciones y aseveraciones sobre lo que supone el problema de la comida para muchas personas. A pesar de mis reticencias, muchas de sus proposiciones me parecen muy razonables, encauzan las dificultades en un sentido diferente a como lo plantean las páginas de ayuda “profesional”, las orientan a la solución; prometen resultados positivos, pero no a cambio de nada, sino a trabajar cosas. Cosas que, sorprendentemente, no son comidas, ni dietas, ni nada que se le parezca. Hablan de sentimientos, de emociones, de pensamientos, etc., se dirigen a una forma distinta de acometer la búsqueda de la solución; a la vez que afirman que mucha gente se ha beneficiado de sus iniciativas a lo largo de muchos años de experiencia.
No voy a quedarme ahí. Recabo opiniones respecto a la Comunidad entre la gente que forma parte de ella y entre la que no la acepta, que la rechaza por diversas consideraciones. El resultado de mi búsqueda es que la mayoría de los rechazos están cargados de prejuicios, y sin embargo los partidarios de ella no exigen, como las sectas, una participación con compromiso de permanencia y adhesión; más bien al contrario, propugnan la libertad para dejar dicha Comunidad en el momento que se quiera; y aún más, permiten su seguimiento, aun cuando ni siquiera se acaten sus consejos, que por otro lado, en ningún momento se imponen a nadie.
Una de las propuestas, termina de convencerme. Me habla de la diferencia entre creer y tener fe. Una cosa es fe, que implica una adhesión sin reservas a algo, y otra cosa es la creencia, que supone más bien, el seguimiento de algo porque se espera que el resultado de ello no sea adverso, aun cuando se tenga el recelo de que algo puede no ir bien.
En consecuencia, decido probar por un tiempo sus métodos.
A ver, ¿cuáles son?

No hay comentarios:

Publicar un comentario