miércoles, 13 de abril de 2011

El monstruo

Muchas veces quise arrancarme esas cadenas, sustraerme a los ataques de ese deseo atenazante del atracón. Lo intenté todo: beber varios litros de agua, infusiones que ocupaban teteras enteras, únicamente comprar productos de dieta, algas y hierbas saciantes, comer fuera de casa, no acudir a eventos y reuniones de amigos o familia que incluyeran comida o cena, vestir ropa ajustada en la cintura para aumentar la sensación de presión en el abdomen…
Nada,… intentos inútiles. No existe medio de parar la fuerza del monstruo. Ese deseo imperativo que cuando se adueña de la mente, los ojos, la boca,… exige ser alimentado desaforadamente, y no puedo parar de engullir todo lo que me reclama, aunque el vientre esté hinchado, aunque el estómago casi reviente, aunque el corazón lata veloz y alocado, desbordado por la enormidad del esfuerzo al que es sometido,… aunque mi cuerpo físico entero me pida a gritos detener la ingestión, el monstruo, instalado en mi psiquismo, me obliga a deglutir sin descanso no importa qué, y seguir, y seguir, y seguir,…

No hay comentarios:

Publicar un comentario