La siguiente máxima de que nos informa la Comunidad es que nuestra vida se ha vuelto “ingobernable”; si bien, aceptar algo así no es tan fácil para muchas personas afectadas, puesto que limitan sus problemas a la pelea con la comida y el vaivén del peso.
Sigue explicando:
Trabajo y familia:
Hay distintas formas para juzgar que todo va bien en la vida de una persona. Una de ellas, y de más valoradas, es disponer de recursos económicos suficientes para más que atender a nuestras necesidades. Generalmente la economía familiar se sustenta en el trabajo propio, tanto si es como empresario, como autónomo, como trabajador por cuenta ajena,… de cualquier modo, excepto permanecer en el paro. Es vital contar con algo que provea económicamente. Pero además, el trabajo también cumple con otra finalidad asimismo importante, que es la autorrealización de la persona, una forma de desarrollo individual y colectivo que contribuye al sentimiento de pertenencia a una sociedad y la aportación a su cultura. Por esa razón, cuando alguien cuenta con un empleo que, más o menos, le satisfaga, puede afirmarse que dispone de uno de los mejores indicadores del nivel de felicidad en su vida.
Otro de los signos que revelan hasta dónde podemos sentir satisfacción es la tenencia de una familia en la que todo funcione bien: sin sobresaltos de enfermedad, relaciones rotas, muertes, etc. Se presupone que cuando una persona se inscribe en el seno de una familia funcional, no tiene motivos (en ese sentido) para sentirse infeliz.
Desde luego, en ambos aspectos cumplo la premisa, tengo un trabajo que me gusta, estable y relativamente bien pagado. Por tanto, desde ahí tengo motivos para ser feliz. También cuento con una familia, sin problemas importantes ni faltas recientes, que me arropan cuando necesito algo y que pueden contar conmigo.
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