sábado, 6 de agosto de 2011

Estoy enferma

La Comunidad me conmina a aceptar que, tras el análisis anterior sobre mis actitudes ante la comida, sobre mis reacciones ante ella, sobre los efectos que me provoca, sobre las cantidades que ingiero,… no son normales. Las demás personas no se enfrentan así a la comida, la posición que yo adopto ante ella adolece de anormalidad, se sale de lo que hace la mayoría.
Bien, acepto que esto es cierto; aunque hay muchas otras personas que tienen ante la comida alguna igual de mis respuestas, es verdad que todas juntas esas reacciones sólo se dan en mi y en las personas que, como yo, tienen el mismo problema. Eso es cierto.
Por tanto, infiere la Comunidad que estamos enfermos. Pero decir que estoy enferma supone admitir que todas esas actitudes son, en realidad, signos y síntomas de una enfermedad. Que no son falta de carácter, o caprichos de alguien egoísta y fútil, sino la manifestación de una enfermedad.
Vale. Esto lo aceptaré como premisa para seguir avanzando.
Aquí acaba la primera parte, la dedicada a todo lo relacionado con la comida y la forma de comer. A partir de ahora, nos adentramos en las afectaciones emocionales y espirituales.

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