lunes, 25 de julio de 2011

Negación

Lo curioso del caso es que nunca me había planteado estos trastornos como parte de una enfermedad. Siempre las había tomado como un rasgo de carácter débil y voluble. Es precisamente ahora, cuando tomo conciencia de su calificación como una enfermedad, que no he contraído porque sea mala persona o la mereciera de algún modo, sino porque el destino me ha escogido a mí para padecerla, lo mismo que a otras personas escoge para otras enfermedades o sufrimientos.
De este modo, no me resulta difícil aceptarla como tal. Pero para mí, para nadie más. Bien es cierto que, aunque se considere como una patología, no me atrevo a confesarlo públicamente. Sólo mi marido y mi madre lo saben, mi hermana lo ha adivinado, pero nadie más. Ningún amigo, conocido, familiar, compañero,… nadie lo sabe, al menos por mí. Ni siquiera mi médico. No soy capaz de reconocerme ante el mundo como una paciente de semejante enfermedad. No quiero exponerme a las habladurías ni al enjuiciamiento que el resto de la sociedad tiene de este trastorno.
Por tanto, realmente no reconozco esta enfermedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario